Presentación a La novela rota - Manuel Ignacio Moyano Palacio
Entre la escritura y lo novelesco hay un rumor que
se proyecta hacia los tiempos pasados, presentes y futuros, incluso cuando el vínculo
entre el acto de escribir y el de novelar está muy fechado por señores graves.
Como si la novela fuese un género donde se lee la historia de la eternidad. O
quizás cabría parafrasear a Héctor Libertella y afirmar que, como sinónimo de
moderna, la novela ya fue y así sobrevive
flotando pa’ delante y pa’ atrás. Si la magia de la modernidad es lo novelesco, habría
que puntualizar: la novela carcome el hueso de su propio origen y porvenir. Es
la moderna atávica donde como es arriba, es abajo.
Lo novelesco de la escritura fue asociado por los
mismos señores de fechas gravísimas a la idea de una historia por relatar. Una
fórmula simple: historia + relato = novela Lo
que reclamó más páginas que una simple leyenda y menos épica en sus personajes.
El héroe se hizo vacío como lo cotidiano, estúpido como un mal chiste y
monstruoso como lo inmoral (¡Flaubert
con Sade!). Después llegaron
los lectores y se acabó la fiesta. Se dijo que no se contaba una historia ni la
gesta de un personaje, sino los modos de contar una historia y de construir un
personaje.
Siempre me asoló la primera línea donde la novela
empieza a rotar. Los ejemplos buenos y malos sobran por igual, y es cierto que
en este siglo las novelas se multiplican y viralizan como cucarachas bajo las
baldosas. Pero ese momento inicial de la novela reclama una atención —tal como el dios que crea y destruye el mundo a
cada instante sin detener su obra enloquecedora porque solamente así puede
justificarse.
La novela rota compila una
zona de escrituras que asumen lo novelesco desde este lugar: no se trata de
contar una historia, tampoco de relatar las formas de narrar una historia, sino
de aquello que tiene de inenarrable el centro cándido de toda
historia. El gesto iniciático
e innombrable. La Mancha. Escrituras que quieren llegar al caos de la novela
donde estallan los fines, los medios y las risas. Son escrituras todavía inéditas,
que pertenecieron a novelas publicadas o no y quedaron como fragmentos
dispersos. Son papeles antiguos y de recienvenido, esas cosas todavía no leídas
y en estado de fiesta perpetua: escritas para nada ni nadie. Escrituras
inenarrables que a pesar de todo siempre se supieron novelescas en su !ahora¡ (dando
vuelta toda exclamación).
Los textos que serán presentados en este ciclo
realizado junto a la Revista Präuse pertenecen a autores vivos (hasta el
momento en que redacto estas líneas), de diferentes edades, estilos y educación
sentimental. Autores que también son cultores de diferentes subgéneros. Quizás
estos textos valgan por lo que se hacen entre sí, espejarse de manera rara. O
quizás porque no entienden de géneros ni de comunidades. O no. Entonces: ¿qué tienen
en común? Nada de generación, nada de temática, nada de estilo. Lo que tienen
en común es un secreto. Pero uno de los inconfesables que ni ellos ni yo
conocemos. El misterio que nos convoca a escribir. Marmat, Pablo Farrés,
Agustina Pérez, Fermín Eloy Acosta, Omar Genovese, Agustín Conde de Boeck, José
Retik, G. Guerber y Ana Regina serán los nombres de una novela rota que ya está
girando en las gamas de una escritura sin grados ni órdenes. La escritura que
asume la rotura que hace rotar y rotar la manivela de un proyector delirante.
La novela: rota, otra.