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Mostrando entradas de diciembre, 2022

La decapitación de Mario Bellatín - Pablo Farrés

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  [Noticia: El siguiente ensayo fue leído en la presentación pública de La Matanza de Mario Bellatín, en la Biblioteca Popular Madre Teresa de Virrey del Pino, La Matanza, el 27 de noviembre de 2022]   Yo que nunca salí de mi país, me encontré cierta vez con el escritor Mario Bellatín en la ciudad de México. Me invitó a su casa y hablamos largo rato de sus libros. En un momento, le hice una observación sobre Canon Perpetuo. Le recordé que al principio del texto, el personaje al que llamaba Nuestra Mujer, recibía el llamado de una empresa que le ofrecía escuchar la voz de su infancia. Arriesgué que tal servicio no implicaba ninguna fantasía. Todo el mundo puede grabar la voz de un chico y hacérselo escuchar treinta o cuarenta años después -dije y enseguida cometí el exabrupto de afirmar que tal posibilidad le quitaba magia al texto. El escritor Mario Bellatín me miró con cierto desdén y luego de unos instantes me aseguró que Nuestra Señora era amiga suya y que la voz de su infancia

Abyección, poder, literatura – Juan B. Ritvo

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[Noticia: El siguiente texto, inédito hasta la fecha, fue leído en Noviembre de 1995 en la presentación pública de Villa de Luis Gusmán en Rosario].   I Villa . El nombre propio de un personaje incapaz de apropiarse de su nombre titula escuetamente, sin ecos ni evocaciones, a la última novela de Luis Gusmán. Villa se puede leer en dos planos, suplementarios entre sí. El primero, quizás el más accesible, nos relata en primera persona la historia de Villa, el “mosca” (“¿Qué es ser un mosca?’ me había preguntado alguna vez Firpo. ‘Un mosca es el que revoletea alrededor de un grande. Si es un ídolo, mejor”) en los tiempos de López Rega, el mayordomo de palacio que llegó a ocupar junto con su corte de los milagros las habitaciones privadas del monarca. En poco tiempo y a través de la obsecuencia, pasa del servilismo a la abyección. El siervo, lo sabemos, se transforma en un ser abyecto cuando consiente en renunciar a su poder de consentir, lo que equivale a despojarse de toda re

Nieve - Carlos Surghi

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           Decir que conocí por primera vez la nieve a través de los recuerdos de un niño al que una mañana el registro del invierno lo sorprendió en la cama, es caer en la trampa de las fabulaciones con las cuales nos inventamos un pasado. El hecho mismo de recordar es la falsedad más grande con la que revisitamos ese pasado, ya que nadie recuerda nada, nadie va a ningún lado, y todo se inventa y se proyecta; por lo cual, ese pasado, el pasado de uno y el de todos, no es más que un paisaje inmóvil, una especie de predominio del ánimo que se eleva en la columna del egotismo. A la inversa de Proust −que se hundía en la angustia nocturna de un beso que no llegaba− el niño al que apelo para mirarme años atrás ansiaba la mañana; añoraba la ilusión blanca de la monotonía, esperaba por el destello cristalino de unas estalactitas dejadas en la parte superior de su ventana, que él, ingenuamente, creía la destilación ambarina de las estrellas. ¿Qué era entonces lo que encontraba bajo el sol r