El ensayista jubilado - Felipe Charbel
[Traducción: Guillermina Torres Reca] Comienzo por dos historias muy conocidas. La primera es la del político y “hombre de letras” francés que, cerca de cumplir los 40 años, se aisló en su castillo para “pasar descansando” el resto de sus días. Su plan era vivir “en completa ociosidad”, después de haberse dedicado, con más empeño del que le habría gustado, a las fatigas de los cargos públicos y del belletrismo renacentista (fue miembro del parlamento de Bordeaux, negoció con reyes y ministros, y ocupó sus horas libres ensañado con la traducción de un incomprensible tratado de teología natural, escrito por un filósofo catalán, solo porque eso le daba algún prestigio). Ya debe haber quedado claro que estoy hablando de Michel de Montaigne. Para un humanista del siglo XVI, era muy difícil no dejarse seducir por las imágenes del “ocio honrado” que poblaban la literatura de la Antigüedad: los amenos jardines, las lecturas al aire libre, las caminatas tranquilas, las conve...