En el corazón de la fábula - Rafael Arce

 

No he leído lo que se ha escrito sobre En El pensamiento de César Aira, así que es posible que repita algo ya dicho.

Escribo esto sin el libro en mi biblioteca y, en gran parte, para escapar a la tristeza y a la angustia.

Para escapar, justamente, al Pensamiento.

Pero esto, ¿a quién le interesa? En esta revista, dice Bruno Grossi, nos hemos puesto autobiográficos y autorreferenciales, y al final Präuse habla de ella misma y de la vida de sus ensayistas.

No quiero agregar más circunstancias patéticas, pero no puedo evitar mencionar que es domingo (deprimente en el centro de la ciudad donde vivo), el día está gris, es tarde y estoy bebiendo. También, que me arrepiento un poco de la impugnación de la amistad que he sugerido, o creído sugerir, en textos anteriores en este mismo espacio.

Mi idea es que En El pensamiento es la novela saeriana de Aira. Para disimular, o distraer, este homenaje, consciente o inconsciente, Aira le agrega un último capítulo “airiano”.

Cuando leí Las ovejas (hace casi veinte años) pensé que El Pensamiento era un espacio imaginario. Intuí, después, que estaba relacionado con el “idealismo” airiano, de prosapia borgiana, una especie de oposición polémica con el materialismo triunfante de las novelas argentinas “serias” de la década del setenta y del ochenta. En su Copi, Aira dice que la crítica literaria materialista es un grave error, porque la literatura es una actividad fantasmática, sin materialidad alguna.

Pero también Las ovejas es un ejercicio de lectura de la antropología borgiana y, como tal, la especulación juguetona con el idealismo no puede ser tomada muy en serio o siempre corremos el riesgo de que Aira nos tome el pelo.

En Moreira, también el espacio es El Pensamiento. En esa novela, hay una irrisión del marxismo de los setenta, del telquelianismo en boga, del lacanismo. Parece haber una alusión al Moreira de Favio, a El fiord de Osvaldo Lamborghini, a la novelística de Literal. Aira practica el plagio, no solo con la novela de Gutiérrez, sino también con textos platónicos, concretamente con El Fedón (también con República). No parece casual: el diálogo sobre el alma. La muerte de Sócrates y la muerte de Moreira. La buena muerte, la práctica filosófica como disciplina del buen morir. La práctica de la pelea del gaucho malo como pulchra morte. También Sócrates compone versos, esa práctica que Platón despreciaba en República. Ante la muerte, la poesía.

Mi olvido simplifica. Creo recordar que El Pensamiento casi desaparece de las posteriores novelas de Aira y que sus relatos de rememoración de infancia siempre corresponden a Coronel Pringles. Imagino que hay un montón de trabajos críticos sobre las novelitas “autobiográficas” que abordan la evocación del pueblo del escritor. Las solapas nos dicen que nació ahí. En Un sueño realizado, Aira lo homosexualiza (el protagonista de la novela es homosexual) llamándolo Coronel Rosado.

Seguramente hay menciones a El Pensamiento que he dejado escapar. Pero lo que predomina como espacio de infancia es Pringles.

En esta novela, la evocación va mucho más atrás, hasta la infancia de El Pensamiento. Google Maps me confirmó que existe. También se puede decir que es la novela proustiana de Aira, pero es menos original y menos interesante que decir que es la saeriana. Una historia nostálgica, bañada por una pátina de felicidad perdida (en las novelas de Aira, la felicidad en general es concedida, como en Un sueño realizado, o tiñe el relato, como en La liebre), llena de pequeños momentos mágicos, como el del niño que imagina a los ángeles que cargan los tinteros. Más que imaginarlos, los busca, porque no distingue la realidad de la fábula. Una novela sin chistes, sin fuga hacia adelante, sin disparates, sin verosimilizaciones, sin corrección para adelante, sin continuo. Salvo por el último capítulo, que podría suprimirse sin pérdida. Es la novela de lo que estuvo antes: la fábula en estado puro, tal como solo puede ser concebida después, cuando pasaron muchos años, muchas novelas. De ahí su prosa discreta y elegante, sin disonancias, pero también sin refinamientos como los de Una novela china. Aira la escribe con oficio: ya no le importa el continuo, ni el procedimiento, ni la vanguardia. Se ha ganado la libertad de escribir sin ser Aira, y al mismo tiempo, y de modo paradójico, introducirnos en su mundo tal como el lector airiano lo ha ido descubriendo. Recuerdo (creo) que los niños Aira de las evocaciones de Pringles son siempre genios, inteligentes, cultos, tímidos, un poco soberbios, apocados, discretos. Este, menor que los anteriores, y aunque también promete un futuro de escritor, es más modesto, más comunicativo, más contemplativo, más amoroso. En su última novela, La grande Saer sugiere, sin énfasis, el amor por su ciudad. Pero es la novela donde, por primera vez, y por última, aparece ese “más atrás” del pueblo, donde el escritor nació. Sin dudas La grande es El tiempo recobrado. En El pensamiento tiene la coloratura, el nacarado, de una novela final (aunque después venga otra) en donde no se dice el amor por el lugar natal pero se sugiere de una manera delicada y pudorosa. Es la menos airiana, pero también es la más airiana, porque nos entrega el corazón de su universo despojado de toda “literatura”.