El odio y la explosión del arte - Ignacio Bisignano

 

El desdén virtuoso

Suelen destacarse las consecuencias terribles del desprecio, la indiferencia y el odio, pero pocas veces se rescata todas las creaciones fascinantes que el desprecio nos ha dado. La competencia y el desdén han sido la semilla de incontables obras maestras. El odio, el sometimiento y la guerra fueron el perverso motor de la civilización, el cual nos otorga bellezas y comodidades impresionantes.

El Renacimiento no se explica sin la competencia fraticida entre las ciudades de los Signori. Tanto la explosión artística como la revolución tecnológica  italiana no fueron un producto de la cooperación ni de la apertura hacia el otro, sino más bien lo contrario. La Italia del quattrocento era una constante demostración de superioridad frente al otro, la belleza pictórica, la renovación de la arquitectura y la grandilocuencia de la escultura son modos de explicitar un grado elevado de poder de cara a un vecino despreciado. Sin soberbia, menosprecio y mezquindad no podríamos contemplar la trinidad de Masaccio ni adorar las pinturas de Duccio di Buoninsegna, tampoco saborearíamos las torres de San Gemignano ni disfrutaríamos de las matemáticas iglesias de Arezzo adornadas por el quirúrgico pincel de Piero della Francesca. En la misma clave, los irresistibles castillos medievales de cuento que inundan los pueblos de Alemania se deben a la ambición de unos príncipes mezquinos incapaces de crear un pueblo centralizado que garantice estabilidad, tal es así que los ciudadanos teutones sufrían la pobreza y la carencia mientras observaban desde su barro matutino la brillantez barroca de los palacios principescos. 

Europa en una mamuschka interminable de odio, rencor y resentimiento. Observamos en todos los confines de su arte y su cultura la manifestación del rechazo a lo que no es propio. Lo que está fuera del continente es necesariamente inferior e inconducente, y la salida políticamente correcta hacia ello es la folklorización, ya sea en referencia a África, América o Asia. Pero Europa misma no encuentra aprecio en sus propias entrañas. Francia odia a Inglaterra e Inglaterra detesta a Alemania, para Italia el resto de las culturas son ninguneadas y en Países Bajos los aires de superioridad se fundamentan en la barbarie ajena. Pero el odio no termina en la enemistad entre países, al interior de cada república el menosprecio al otro se intensifica: suele decirse que el odio entre el norte y el sur de Italia provocan que  sus diferencias resulten recíprocamente indigeribles hasta el punto de afirmarse con orgullo “somos dos países distintos”;  el sur de Francia no se cansa de hablar mal de París, y la capital gala no concibe la cultura francesa fuera de los límites de la Île-de-France; en España las regiones independentistas encuentran en Madrid el responsable de su imposibilidad de desligarse, lo que se proyecta sobre el resto de un país que no se aguantan los unos a los otros y se oyen menosprecios popularizados como llamar soberbios a los catalanes, brutos a los andaluces, cerrados a los vascos y pijos a los valencianos. Un piamontés no soporta al lombardo y los toscanos se sienten por encima de todo lo que se encuentre abajo o arriba del rio Po. Pero adentro de Toscana la rivalidad se recrudece, y obervamos que Siena o Lucca tienen un fuerte resentimiento con Florencia, ciudad que sometió a todos sus alrededores en los albores de la modernidad. Al mismo tiempo, Florencia hace explícito su desdén a las demás provincias toscanas recitando constantemente el refrán popular “ mejor un muerto en casa que un pisano en la puerta”.

 

La virgen aristocrática

Simone Martini  - “Anunciación” (1333)  - Galeria degli Uffizi

Quiero detenerme en la famosa “Anunciación” de Simone Martini, una pintura preciosa y provocativa que linda entre lo medieval y lo renacentista, es una obra de transición. Esta vez la Virgen no acoge con pasividad y agrado la noticia que trae consigo el arcángel Gabriel, ahora ella lo observa con desconfianza, lo rebaja, no lo considera como alguien digno de su estatus. El arcángel  expresa la ajenidad que “invade” su espacio, este rebasa la línea de la propiedad de María y ella se lo hace saber con su rostro retraído e imponente.

Es sumamente interesante notar que justamente es su desprecio lo que le otorga poder a la Virgen, ella se transforma en una reina respetable y temible por su posición defensiva. A esta obra suele llamársele la “virgen aristocrática”, es decir que la falta de hospitalidad es una herramienta de poder y sometimiento. Los halagos y la consensuada belleza de esta obra se deben precisamente al asco con que María se dirige al resto, su sesgo de rechazo la vuelve hermosa. El espectador la desea por su rechazo, es la falta de accesibilidad lo que provoca el deseo, ya sea erótico, ya sea estético. María se pone en otro lugar, se presenta como alguien que juzga y exige al otro, no cualquiera puede situarse a su lado, no todos son bienvenidos ¿Qué debo hacer para ser aceptado? El misterio para acceder a la exclusividad que esa posición aristocrática nos propone seduce de una manera inexplicable. Quizás sea ese modo de enfrentar al otro lo que le ha dado tanto éxito a Europa, la conquista y el expolio intercontinental puede ser efecto del porte parco y cerrado que ellos tienen, es esa barrera que fascina y nos pone de rodillas, es la falta de duda de su posición de superiores lo que los convierte en ganadores, es su exclusividad lo que nos lleva a anhelar pertenecer a ellos ignorando nuestra fuerza.

 

Los verbos del desprecio

Martini condensa en un instante un momento histórico crucial, estamos en la transición de la sociedad feudal de convivencia compartida a la instalación de la propiedad privada como eje estructurante del mundo. María deja de ser divina y pasa a ser humana, ya no es la reina del amor sino la propietaria de los bienes mundanos. Ella es la voz del interés privado, expresa la desconfiada del burgués competitivo que instala su visión del mundo en contra de la mezcla carnavalesca del vulgo.  Gabriel no es huésped, sino intruso. Hay un cuerpo distinto, ergo hay un cuerpo proclive a desear lo mismo que el amo desea. Si el otro está en mi espacio, ya no hay un interés central, sino dos intereses en pugna. El burgo crece, el campo se aleja. La fusión de los cuerpos se tonifica y emergen las células independientes. La unión dejó de estar garantizada, la separación es la premisa. ¿Cómo proceder entonces? subordinar, excluir y eliminar. Accionar los verbos del desprecio para vencer. Expropiar lo ajeno para que lo ajeno no expropie lo propio. Anticipar el riesgo, neutralizar la amenaza, imponer la fuerza para no recibirla. Atomizar, anatomizar, separar, romper, quebrar, desgarrar. Sociedad desgarrada, sociedad civil, capital económico, capital acumulado, capital ultrajado, capital poseído, capital asegurado. Renacimiento garantizado, progreso técnico desarrollado, pinceles de la guerra mojados, bellezas del odio pintadas, esculturas del desprecio esquilmadas, tumbas geométricas selladas.