Donde cae la sombra - Sergio Cueto
Between
the idea
And the reality
Between the motion
And the act
Falls the Shadow
For Thine is the Kingdom
Between the conception
And the creation
Between the emotion
And the response
Falls the Shadow
Life is very long
Between the desire
And the spasm
Between the potency
And the existence
Between the essence
And the descent
Falls the Shadow
For Thine is the Kingdom
T. S. Eliot, The Hollow Men
La sombra cae, es lo que cae. Como algo
enteramente caduco, los cuerpos la arrojan al suelo, contra la pared o el
cielorraso. Adelante o atrás, a derecha o izquierda, aunque a veces parezca
saltar a tus espaldas o alzarse a tu encuentro, cuando en verdad se cierne,
ominosa, la sombra cae. Ella, tal vez la más leve, más vana, más inane,
precisamente ella, que no pesa, cae, es lo que solamente cae. En la caducidad
de la sombra podemos observar la operación de la gravedad pura, la gravedad que
obra, antes e independientemente de la pesadez o la ligereza de los cuerpos, es
decir, ineluctablemente, sobre todas las cosas mundanas. Pero las cosas, todas
las cosas que caen, la hoja del árbol, la nieve del cielo, el soldado de un
tiro, no importa lo irreparable de su caída, parecen reservarse una parte de
exaltación, una parte confiada a la gracia de la salvación. En cambio la
sombra, siempre ya caída antes de caer, como si la caída fuera no un accidente,
una circunstancia, sino su ser mismo, parece precisamente esa parte de los
cuerpos para la que no hay redención posible, lo que queda sin redimir después
de la redención de todo. Es lo que se da a entender mostrando que no hay lugar
para la sombra en los trasmundos. En el infierno, porque ahí las almas mismas
son sombras, sombras de ellas mismas, de lo que fueron bajo la luz del sol (y
las sombras no dan sombra); y en el paraíso porque ahí las almas son luz y
espejos de la Luz. Por eso la sombra parece ser nuestra parte de desgracia, es
decir, lo que cae fuera o por debajo de la operación de la gracia. Tal vez la
sombra no admita sino una sombra de salvación, esa salvación que es la
salvación del arte. El arte salva la sombra, pero precisamente porque en el
arte todo se salva como sombra y la salvación misma es una sombra de salvación.
La
sombra cae, pues, pero en ese reino crepuscular que es la tierra baldía de los
hombres huecos, la sombra no cae sobre sino entre. El lugar de la sombra es el
entre, como si ella no fuese allí del todo una imagen sobre una pantalla sino
una línea entre dos dimensiones. La sombra es entonces lo que se llama un
incidente, es decir, lo que cae entre, lo que se interpone cayendo. Como
incidente, en efecto, la sombra es un obstáculo. Para los hombres huecos, el
obstáculo entre el anhelo y la posesión, el proyecto y la realización, el
sentimiento y su expresión. La sombra revela ser de tal modo el correlato de la
indecisión, la incuria, la pusilanimidad de los hombres huecos. Sin embargo, el
incidente enseña no sólo mucho de los hombres huecos sino algo también de la
sombra, del estatuto de la sombra en la tierra baldía. Si la tierra baldía es,
según se dice, un reino crepuscular (twilight
kingdom), es porque allí el sol permanece perpetuamente por debajo del
horizonte e ilumina sólo con la pálida luz del alba o con la luz plomiza que
sucede al ocaso. A esa luz, que no es la luz del día, la luz de la forma y la
belleza de las formas, ni la oscuridad de la noche, el tenebroso fondo desde el
que tal vez ascienda el camino purgatorial, a esa luz que por el contrario es
la tenue luz, la dim light del
espectral encuentro con lo indistinto, a esa luz sin luz, la sombra ya no es la
sombra que te sigue, te acompaña o te precede, sino la sombra sin sombra, la
penumbra o la casi-sombra que es el entre de la luz (twilight –tweenlight). Allí la sombra no es accidente ni
substancia, ni accidente de la luz ni tiniebla sustancial, sino sólo un
incidente, pero un incidente decisivo, tal que separa potencia y acto, esencia
y existencia, ser y nada, impidiendo el paso de uno al otro y su referencia
mutua. Sombra de acto, ademán impotente; sombra de existencia, esencia vana; sombra
de ser recortándose contra la imposibilidad de la nada, la sombra cae, sin
duda, en la oquedad misma, como la oquedad misma de los hombres huecos, es
decir, precisamente, como el correlato de la oquedad. Pero correlato entonces no
sólo de lo que no hay ni puede haber correlato, sombra de correlato que se
correlaciona con aquello que no quiere relacionarse con nada, que sólo quiere
ocultarse y desaparecer, también para sí mismo, en la sombra de su propia
inanidad, sino en primer lugar correlato de sí misma, como si ella misma no
fuera nada más que un correlato, y entonces correlato del correlato mismo, sin
objeto. Si el espectro es tal vez un afecto que busca su correlato, la sombra
es el correlato de un afecto perdido, olvidado, desconocido, y esa pérdida, esa
caída, es la forma de su dolor. Quizá en la sombra está el dolor del correlato.