A propósito de Aira y Cortázar - Rafael Arce

El insufrible predicamento del “estado de la cuestión” nos impide a los críticos algunos placeres y nos impone condiciones desmesuradas. Siempre hay algún referato que te amonesta si no citás a Fulanito. Inútil objetar: conozco el trabajo de Fulanito y me parece malo, por eso me doy la libertad de no citarlo. Pasmosamente sucede con las firmas rutilantes o con la señalada bibliografía obligatoria. Importa poco si no viene a cuento de la argumentación: lo que cuenta es la vigilancia de la exhaustividad, “la policía de las pequeñas distracciones” (Borges). Para peor, no tenemos la compensación que equilibraría la balanza: dedicar un artículo completo a refutar lo que dice un colega sobre tal texto o autor. Ninguna revista lo publicaría. Así que tenemos que citar al Prócer de rigor y, si lo amonestamos como de pasada en una piadosa nota al pie, siempre habrá alguien (el famoso evaluador) que nos lime las asperezas. Entonces, ¿cómo me voy a perder la oportunidad de ...